Anoche comencé a ver en televisión la segunda campaña más estúpida desde "Las películas piratas se ven mal, pero tú como papá te ves peor": la de la asociación de refresqueras del país manifestándose en contra del pretendido impuesto adicional del 5% a los refrescos.
¿A qué clase de personas creen que se puede conmover con el argumento de "Los pobres ya no van a poder comprar refrescos"? ¿De cuando acá una Coca es un producto de primera necesidad? Yo soy muy refresquero y si le ponen más impuesto, lo más que puede pasar es que empiece a tomar agua pura o una rica agua de jamaica casera, lo cual, según dice mi mamá, le hará más bien a mi riñón. A los pobres, eso quizá les haga más bien a su economía.
Dada la absurda cantidad de refrescos que vende el duopolio Coca Cola-Pepsi, gravar estos productos me parece una buena jugada para hacer que una parte de ese dineral se destine a cosas con provecho. Claro, el beneficio sería mayor si toda la política fiscal estuviera estructurada en parámetros de equidad y eficiencia.
Si ya una parte de los impuestos por los cigarros se va para pagar el tratamiento de los fumadores que terminan en el Seguro con enfisema, ¿por qué no hacer lo mismo para pagar los tratamientos de obesidad y diabetes de los bebedores de refresco más recalcitrantes?
Será una sana demostración de independencia del gobierno respecto a los intereses empresariales que ese impuesto se apruebe. Ya veremos.
diciembre 12, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario