En ningún lado dice que sea fácil. Mencione usted un proyecto arquitectónico de gran calado y le encontraremos un detractor. Desde el Guggenheim Bilbao, que a casi todos allá les parecía feo y caro; hasta el MUNPIC, que parecía el leproso de la cuadra cuando se propuso su ubicación en la Deportiva del Estado.
Siempre que se va a intervenir el tejido urbano de alguna manera, surgen voces a favor y en contra. Y como no. Si es difícil poner de acuerdo a la familia reunida en pleno sobre qué cenar en Navidad o a dónde salir de vacaciones, imagínese a toda una ciudad.
Esto viene a cuento por la Plaza del Templo Expiatorio, uno de los proyectos emblema de la administración municipal y que, contrario a lo que pasa con la de la Catedral, empezó a caminar un poco por sorpresa.
Se entiende que, con la marabunta de especulaciones y férrea oposición plantada por los inquilinos del edificio Montes de Oca, con el Expiatorio el municipio quisiera llevárselo todo a la sorda. O al menos eso parezca.
Aunque todas son respetables, no todas las razones de inconformidad contra este proyecto tienen lo mismo de sustancioso. No es lo mismo decir que “se necesita dinero para muchas otras cosas” o de que “es un proyecto de la iglesia”, que un padre de familia justamente preocupado porque no sabe dónde quedará su hijo ahora que derrumben la escuela.
La gestión de esta clase de proyectos deber ser muy tenaz y clara para soportar estoicamente las voces de la primera categoría, pero también muy estratégica y propositiva a la hora de plantear soluciones a las inquietudes más sensibles. Después de todo, esos metros cuadrados que ocupas tú inquilino, o tú escuela, son muy valiosos para mí, plaza; es justo que te compense o te de una alternativa.
Particularmente, me ha causado una curiosidad impresionante ver que aparecen en Línea Directa más testimonios de gente defendiendo al Rolling que a la Plaza Expiatorio y eso que cuando ambos estén abiertos, seguro que habrá más gente disfrutando y estando orgullosa de la segunda que del primero.
Los que estemos a favor, digamos yo. Los simpatizantes deberíamos ser tan activos como los opositores. Como lo dije en alguna entrega anterior: nuestros hijos le van a hallar más sentido a una plaza donde puedan jugar y estar con su familia, que a una calle sin baches. Nada de que hay otras prioridades, los baches siempre van a estar, las calles nunca van a alcanzar.
Traduzcámoslo a economía doméstica. ¿Es más prioritario una fiesta de XV años o tapar las goteras de la casa? Piense en esa modesta familia de al lado y verá que la respuesta no es tan fácil. ¿No se fueron al Monte de Piedad a empeñar la tele para comprar el vestido de su “capullo que ahora es toda una mujer”?
El patrimonio simbólico también vale y mucho. Nadie se detiene a tomarle una foto a una calle de superficie inmaculada o a ese viaducto fluidísimo y, en cambio, ¿cuántas fotos suyas enfrente de un edificio bonito de alguna parte del mundo tiene en su álbum?
Ponerle una plaza a los dos templos más emblemáticos de la ciudad no es un proyecto religioso. Cuando una religión es compartida por más del 80% de la gente se vuelve asunto cultural. Los asuetos de Semana Santa sí son consecuencia directa de la Iglesia, y nadie se ha puesto en contra de ellos.
Si queremos ponerle una plaza al Expiatorio y a Catedral no es porque sean templos católicos, sino porque son dos de los monumentos arquitectónicos más impresionantes que tenemos. Si la historia hubiera hecho que los musulmanes o los mormones hubieran tenido tanta presencia e impacto en la ciudad que les hubiera permitido crear una súper mezquita o un santuario tipo Salt Lake City, claro que también les haríamos una plaza.
Todos somos expertos en saber como gastar el dinero ajeno, todos sabemos qué se debería o no se debería comprar, pero despreocúpese, no serán dos plazas lo que deje al municipio en la ruina. Pasado el tiempo, de lo primero que se olvida la gente es de cuánto costaron esos edificios y rincones donde ahora los turistas y los locales se acomodan para la foto. Pregúntenselo a Bilbao.
Publicado en A.M. León el 3 de mayo de 2008.
1 comentario:
Hey, la plaza es buena idea! las construcciones alrededor del expiatorio son sencillamente espantosas salvo algunas excepciones. Si el proyecto tiene tintes neocristeros comparables a los monumentos religiosos que se construirán en Jalisco, es otro cantar, lo cierto es que la ciudad necesita plazas abiertas, y en el año 2069 cuando la religión ya no sea en esta ciudad lo que es hoy, los habitantes estarán muy contentos, cómodos y orgullosos de esa plaza, harán conciertos de música ploptransversal, shows de automóviles del pasado y ferias de artesanias étnicas, proyecciones de animación experimental al aire libre y pasarelas de moda trans-tropi-techno-fetichistas. Todo eso y mas nos espera, incluso puede darsele al mismo expiatorio otro uso adicional al turístico, como el que se le dá por ejemplo a los templos es Dublín, Nueva Escocia o Amsterdam. Voto a favor porque acaben pronto y no solo demuelan los edificios laterales, también deberían derribarse las manzanas que dan al malecón y a la av Lópezmateos que si de algo pecan es de fealdad superlativa. --JLPezkador
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