marzo 10, 2006

Sin pies ni cabeza

Feo caso es que la cultura gane la primera plana de los periódicos a base de polémica, como sucedió hace unos días con el montaje “Sin pies ni cabeza”, presentado dentro del Programa Nacional de Teatro Escolar.

Algunos padres de familia y maestros han mostrado malestar por detalles del espectáculo dirigido por Ybis Arellano y montado por un cuadro de jóvenes actores locales. Lo malo es que ese muy justo y democrático ejercicio de opinión casi es ahora una cruzada contra un programa que tiene su valor.

Las personas que se hayan enterado del tipo de obra de teatro que es “Sin pies ni cabeza” sólo por esta controversia no están viendo la película completa, ni comprenden las implicaciones de que, como ha sugerido el alcalde Ricardo Alaniz y la directora de Educación Ana Celia Reynoso, se cancele el programa de Teatro Escolar.

Decir “Ya no hacemos Teatro Escolar para que nadie se enoje por la obra” es como curar un dolor de cabeza con la decapitación.

Vamos por partes. ¿Usted sabe bien a bien de qué se trata el aludido montaje infantil? La obra escrita por Jaime Chabaud (uno de los más importantes nuevos dramaturgos del país) se ubica en un mundo futurista dominado por un tirano llamado el Señor Cabeza que se mantiene de arrebatarle a sus gobernados la identidad y sus ideas.

Como consecuencia de ello, ya nadie es un hombre o mujer completo y han quedado reducidos a bocas, piernas, manos u orejas, a excepción de Klap, el último ser humano completo y que junto con un par de amigos descabezados emprende una lucha contra el dominio del Señor Cabeza.

Se entiende que este montaje provoque confusión puesto que no es la típica historia para niños melosa, con animalitos y peluches, música de Cri-Cri y moraleja final soltada como letanía escolar. Pero es que ahí está mucho del chiste del Programa Nacional de Teatro Escolar: en promover el nuevo teatro para niños del país.

A todos nos gustaba el Teatro Fantástico de Cachirulo y quizá lo tengamos como el cénit del teatro infantil, pero ¡hello! ¿ya vio a su hijo jugando horas con el Playstation o intercambiando sus tarjetas de Yu-Gi-Oh?

No se les puede hablar a los niños de ahora con el lenguaje y temas de hace 20 ó 30 años. Si queremos hacerles atractivo el sentarse una hora ante un escenario teatral (cosa que muchos de ellos no han hecho en su vida), tenemos que hacerlo con algo que conocen: los cómics, los videojuegos, la tecnología. Esa fue la apuesta de “Sin pies ni cabeza”, porque nuestras abuelitas soñaban con príncipes azules, pero nuestros hijos, creáme, sueñan con ser caballeros galácticos.

A este insensato redactor no le queda claro qué es lo que causa comezón en el espectáculo que se presenta todas las mañanas en el Doblado: ¿Qué aparecen las piernas de una bailarina de Can Can? ¿Qué la última vez que el can-can causó escándalo no fue en 1896? Quien escribe lo recuerda retratado en no pocos dibujos animados de Looney Tunes.

Se habla de violencia, pero en la obra los dos únicos actos violentos que se ven son cuando el héroe le avienta un ladrillo (de hulespuma, claro) a una botarga con forma de patrulla y le pone en la boca una bomba de aspirina al Señor Cabeza, con lo que lo derrota.

Se vale decir que la obra no nos gusta, pero de ahí, a que en base sólo al gusto tomemos una decisión de política cultural, hay mucho trecho. Y muy grave es que nuestro alcalde admita no haber visto el montaje, pero ya pretenda quitarlo.

El Programa Nacional de Teatro Escolar implica no sólo que vayan decenas de miles de niños a un espectáculo al que generalmente no acceden, sino que también significa un aporte a la profesionalización y desarrollo de los teatreros participantes, puesto que reciben tutoría especializada y tienen un fogueo que difícilmente se puede conseguir en provincia, donde son raras las más de 20 funciones de una obra.

Adriana Camarena, directora de desarrollo en las artes del ICL, señaló que ciertamente es difícil que con un solo montaje se pueda atender con exactitud a todo un espectro de público que va de kínder a secundaria, pero la respuesta a eso debería ser platicarlo con los promotores nacionales del Teatro Escolar y vislumbrar una alternativa.

Si esta cabeza está desarreglada, hay que darle una peinadita, no cortarla.

Publicado en AM León, el 4 de marzo de 2006.

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