La jubilación de la lógica

No es frecuente poder hallar una película en el cine donde te puedas meter con tus hijos de menos de 6 años. Eso hace que las expectativas se relajen de tal forma que uno es capaz de ingresar hasta a “Una chihuahua de Beverly Hills”.

Eso hice cuando la mentada película de Disney estuvo en cartelera hace unas semanas. Estoy convencido que las producciones de esta casa tienen niveles contrastantes: sus animaciones firmadas junto con Pixar son el cénit y las películas de acción viva son su escalón más bajo.

Sí. Esta película en su debut en Estados Unidos trepó al primer lugar en la lista de recaudación y sí, a todos los niños les encantó. Pero quería hablar de mi azoro desde la perspectiva de adulto con un mínimo de conocimiento de la geografía y el enorme humor involuntario que tiene la cinta.

Dejemos de lado lo absurdo que sería para quien sea pretender buscar a un perro perdido en México, brincando de Los Cabos a Puerto Vallarta y la Ciudad de México. Lo chistosísimo es ver cómo esas localidades son puestas como si estuvieran a la vuelta de la esquina una de otras o como, los protagonistas aparecen dentro del Castillo de Chapultepec y al salir afuera aparecen ¡en la plaza Guadalajara!

También es simpático que Pedro Armendáriz, supuestamente un policía del DF, termine la cinta obsequiándole a Delgado, el ex-perro policía, una placa del escuadrón canino de Puerto Vallarta al bajar de una patrulla de Chihuahua.

Supongo que los productores suficiente tuvieron con hacer que una cuadrilla de cuchos hicieran lo necesario, como para todavía ponerse quisquillosos con la continuidad.

Lo rescatable: la pareja clownesca de la iguana y la rata (que tenía mucho más jugo); oír a Plácido Domingo ponerle voz a un chihuahua líder de una tribu y su discurso acerca de lo ridículo de los vestiditos para perro (¡Bravo! casi me pongo de pie con eso). Pero eso sí, si no tienen niños, les conviene mantenerse alejados de esta película.