Me gustaría ver a ese maestro manifestante en Oaxaca regresar algún día a clases.
Me gustaría verlo hablarle a los pequeños a su cargo de la riqueza de las tradiciones mexicanas.
Me gustaría verlo hablar exaltado de cómo debemos defenderlas como parte de nuestra identidad.
Me gustaría ver si es que se le va a poner la cara roja de verguenza al recordar cómo quemó el escenario de la Guelaguetza y boicoteó la máxima fiesta cultural de Oaxaca.
Me causaba pasmo ver a Francisco Toledo protestar por la instalación de un McDonalds en la Plaza Principal de Oaxaca, pero creo que la protesta estaba mal encaminada. Los verdaderos enemigos de la cultura oaxaqueña son sus vecinos: los profesores que aberrantemente tomaron a la Guelaguetza como rehén para el cumplimiento de sus exigencias.
No puedo con concebir a un profesor llevándose entre las patas un festival de la importancia de la Guelaguetza. ¿Como pueden convivir en una misma persona el oficio de educar y formar con el de destruir y boicotear?
Que triste que la Guelaguetza haya sido deshonrada por gente que entre sus deberes debería estar su preservación.
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