¿Podría yo, el día que deje de trabajar en el periódico, heredarle mi puesto a un pariente (le guste o no el periodismo) o vendérselo a alguien más? ¿Bajo que argumento debería la empresa someterse a tan extraña regla en vez de buscar a la persona más capaz para el cargo?
Si es absurdo para la industria editorial, ¿por qué no para el magisterio? Se necesita ser bastante cínico para defender una situación tan nefasta como la venta de plazas y es tremendamente decepcionante que haya quienes se manifiestan por defender ese estado de cosas como “una conquista sindical”. ¿y a esa gente le confiamos la educación de nuestros hijos?
Y luego nos preguntamos que por qué estamos como estamos.
septiembre 24, 2008
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