Con gran asombro vi en la TV la noticia de la marcha a favor de incluir a Cuauhtémoc Blanco en la Selección Nacional. Cierto que no fueron más de 100 personas, pero es tan patético salir a las calles para un propósito tan nimio y para defender un sinsentido.
No sale la gente a protestar porque Fox aprobó la Ley Televisa, porque López Obrador le saca la vuelta a los debates, porque los líderes sindicales se hinchan las bolsas de dinero, porque gobiernos estatales cancelan orquestas, porque Telcel no regale los mensajes SMS, porque los diputados se sirven con la cuchara grande bonos y estímulos. En fin, hay tantísimas cosas por las que vale la pena protestar ¡y salimos para postular al jugador más peladito a la Selección Nacional!
No soy fanático de la Selección, pero por lo que alcancé a ver, al equipo le fue mejor cuando Lavolpe ya no llamaba al señor Blanco y no creo que le vaya peor por no tenerlo.
¿Para qué llamar a Blanco estando Kikín Fonseca? No sé cuánta diferencia haya en lo futbolístico, pero a cualquier seleccionador le gusta más un tipo que no cause escándalos, que despierte simpatías, que seduzca a los patrocinadores (¿cuántas intrépidas empresas se anuncian con Cuauhtémoc?) y no tenga fama de golpear a sus mujeres, ser mañoso o insultar a los rivales.
Y es que hasta para ser “enfant-terrible” del fútbol se necesita estilo. Después de Eric Cantona, todos los demás aspirantes a rudos son simples pelandrajos que salen con la genialidad de “Ojalá le vaya bien a Lavolpe, porque pues hay mucha gente inconforme y le podría pasar algo a él o a su familia” (Declaración de Cuauhtémoc demostrando una vez más su gran clase).
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