A Adiel en su día

Sería una falacia decir que este blog está dedicado exclusivamente a mi faceta profesional, pero sí procuro reducir un poco mis asuntos más íntimos, más que nada porque exponerme es una decisión mía que no puedo hacer extensiva a mi familia, por ejemplo.

Pero hoy, hace 2 años, Adiel llegó a nuestras vidas. Como me aburren los clichés tipo "Es el niño más hermoso del mundo", "Es un angelito caído del cielo", "Lo más maravilloso que me ha pasado en la vida" y demás exabruptos de amor paterno, no voy a incurrir en ellos. Para cada padre su hijo es lo máximo, así que deberíamos hacer las cosas menos obvias.

Adiel ha sido grande para mí porque me ha descubierto cosas que yo no sabía que tenía dentro. Yo soy un Scrooge para con los niños. No soy capaz de entablar ningún tipo de relación con alguien de menos de un metro de estatura... salvo con él. Y ha sido sensacional, divertido, sorprendente, rico, ver como una cosita casi inerte se va conviertiendo en persona absorbiendo rasgos tuyos y sacando propios quién sabe de donde.

Adiel es el "dealer" de lo surrealista y lo inesperado en mi casa. El que contesta "jirafa" cuando le preguntamos si quiere un hermanito y el que después de preguntar cómo hace el perro (guau, guau), quiere saber cómo hace la iguana o la tortuga; es un chef que se anima a combinar catsup con pastel de tres leches; un deportista extremo que a base de tenacidad (y de ignorar los múltiples "no") domina el arte de subirse a las escaleras (y se vanagloria de ello).

Yo no sé si yo influyo en Adiel o el influye en mí, pero gracias a él me he vuelto más paciente (claro, milagros no se hacen), me he enseñado a cuidar más mis actos (porque si hago algo malo el me castigará de la peor manera: imitándolo), a sorprenderme igual que él por las cosas más ordinarias y a querer ser mejor sólo para no defraudarlo.

Mi niño es quien administra la dosis diaria de locura necesaria para no perder la cordura y por ello debería felicitarlos todos los días y no sólo hoy, que es su cumpleaños.