Hasta hace unos días, los únicos cines en León que alguna vez habían cerrado era porque estaban en huelga, habían quebrado o, prodigio de pensamiento urbanístico, los iban a convertir en estacionamiento.
Jamás nos había tocado ver que no uno, sino todos los cines de la ciudad, tuvieran que cerrar sus puertas. Tampoco nos había tocado ver que la Feria Nacional del Libro, uno de los eventos emblemáticos del calendario cultural local, haya tenido que mover sus fechas al cuarto para las doce.
Ha tenido que venir un virus a recetarnos el recogimiento que ordinariamente no logra ni la Semana Santa. Aunque evidentemente la emergencia sanitaria provocada por la influenza va camino a su remisión, es un hecho que la vida cultural, no sólo en León, sino en todo el país, tardará un poco más en retomar su pulso normal. Ahora sí que entendemos bien la sutil diferencia entre “crisis” y “recesión”.
Vaya paradoja que justo para el “puente” para el que tantas cosas se planearon para que las familias hubieran disfrutado el tiempo libre (Solar Fest y Festival Aéreo, por hablar sólo de León), al final las opciones recreativas se hubieran cerrado a rentar una película, prender la tele o leer libros en casa.
A estas alturas del partido, ya ha de estar enterado de todos los espectáculos que se han debido cancelar o suspender “hasta nuevo aviso”.
Hay incluso, proyectos que tuvieron que ser abortados antes de que usted supiera que existirían, como el Festival Madonnari, dedicado a esa popular forma de arte efímero hecho con gises sobre el suelo de plazas y calles, que se planeaba realizar a mediados de mayo en el Forum Cultural Guanajuato.
Y bueno, uno de los golpes mejor acomodados se lo ha llevado la Feria Nacional del Libro, que hubiera inaugurado su edición número 20 este 15 de mayo. Lo malo es que no será así. Lo bueno es que sólo se pospondrá poco menos de un mes, aunque seguramente perderemos la oportunidad de escuchar a más de uno de los escritores estelares que quizá ya no puedan acomodarse a las nuevas fechas: del 12 al 21 de junio.
Mario Méndez, director del Instituto Cultural de León, comentaba con buena dosis de acierto, que su papel como organizador no es simplemente traer los escritores y los expositores, sino propiciar un ambiente adecuado para que ellos se encontraran con el público, una condición que, con la atmósfera de temor y desconfianza que campea por todos lados, es algo difícil de tener en estos días.
Sin llegar al extremo sensiblero y cursilón, esta contingencia nos debe dejar como enseñanza el que hay que valorar las oportunidades que tenemos…. cuando las tenemos. Es más lamentable privarse de ir a una gran exposición, a una película prometedora o a un buen concierto por simple desidia o prejuicios chabacanos, que porque se ha interpuesto un ente llamado H1N1.
Sin dejar de ser precavidos, pero es hora de tirar el tapabocas. De desterrar el temor y de volver a vivir, pues hay tanto arte y cultura que nos espera.
Derecho a la cultura
El viernes entró en vigor la reforma constitucional que inscribe, dentro de las garantías individuales de los mexicanos, el derecho de acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia.
Aunque ciertamente es lindo que una expresión así quede asentada en nuestra Carta Magna, la verdad es que el desarrollo cultural, como muchas otras cosas, no se da por puro decreto. Si a esas vamos, ya todos los niños del país estarían recibiendo clases de 1º de kinder obligatoriamente y todos sabemos que eso ha sido imposible.
Y además, debemos tener muy en cuenta que los servicios culturales implican una bidireccionalidad. No basta con que alguien los ofrezca, sino que también es necesario que alguien quiera, busque y pretenda recibirlos.
Ahora también habrá que ver las implicaciones prácticas de un concepto tan abstracto. No vaya a faltar el señor que se queje de que están violentando su derecho de acceso a la cultura, porque no lo dejan pasar al Auditorio Mateo Herrera cuando, como suele pasar, se llena.
Publicado en A.M. León el 2 de mayo de 2009.
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