Si, ya sé que este post debería haber sido publicado por lo menos hace una semana. También sé que es mejor tarde que nunca, así que ahí vamos.
Salvo comprensible opinión de los expositores que hayan visto disminuidas sus ventas, me parece que tuvimos una muy buena Feria del Libro por mucho lados. El principal, obviamente, es la afluencia de público que estuvo a un tris de alcanzar los legendarios 100 mil visitantes que presumía el evento a mediados de los noventas. En ese sentido, qué bueno que el Poliforum puede ahora alojar varios eventos a la vez, así pueden pasarse a la FeNaL, gente que de ordinario no iría (los visitantes de la Expo Franquicias o el Becatón).
El montaje fue un acierto. El equipo del ICL importó la idea de la Feria del Libro de Monterrey para que "desaparecieran" los pasillos como tales y se convirtieran en una sucesión de "librerías". La experiencia al visitarlos era de completa inmersión en libros. Además, pues hay que resaltar que cada vez más expositores le ponen "feeling" a su stand y traen los mismos montajes fashionistas que cuelan a la FIL de Guadalajara, por ejemplo.
El otro rasgo que me pareció muy afortunado fue el programa literario. Con todo y las cancelaciones (Volpi, Monsiváis, Dresser...), el cartel lució muy sólido. Cierto que no todos eran "super stars" para el público mundano, pero de que hubo escritores muy propositivos ni que dudarlo. El programa de narrativa no tuvo pierde por ningún lado y los convidados por Elmer Mendoza nos obsequiaron una sesiones muy disfrutables.
El programa de poesía que curó Rocío Cerón también fue magnífico, pero a ese quisiera dedicarle su propio post.
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