Por fin, gracias al cielo, este miércoles terminan las campañas políticas. Agradezcamos a los mártires y santos, a las once mil vírgenes, a los ángeles y arcángeles, que ya dejaremos es ver y oír la retahíla de promesas incumplibles (como el aumento a los que ganan menos de 9 mil pesos), acusaciones ridículas (como la del "cuñado incómodo") , comicidades involuntarias (como el spot de Madrazo donde se orina un delincuente) y sombrerazos y patadas debajo de la mesa al por mayor (como... como casi todo).
Terminará ya esa letanía de estupideces y rasgamiento de vestiduras ("Ese anda regalando despensas", "Ese me despegó un pendón de un poste", "Auxilio, andan fraguando una elección de estado", "Yo no acudo a debates que no sean organizados por la autoridad electoral").
Qué fea forma de andarse gastando el dinero. ¿Hasta cuando vamos a esperar por una legislación que obligue a campañas más cortas y menos despilfarradoras? ¿Cómo podemos esperar que los políticos creen las condiciones para una política más decorosa, si eso depende de los políticos?) ¿O a poco yo con mi buena voluntad puedo hacer una ley y la apruebe el Congreso?
Por lo pronto, por lo menos, ya se van a callar.
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