El último Cervantino del sexenio no es dirigido ya por Ramiro Osorio, pero sí quedó básicamente configurado como él lo dejó. Mini Caire, la nueva responsable del más importante festival multidisciplinario de Latinoamérica, ha tenido que terminar básicamente el entramado ejecutivo, sin haber tenido demasiado peso en la dirección artística.
Veremos pues, un festival de transición. No es seguro que Caire permanezca en el cargo una vez que tome posesión el nuevo gabinete federal, incluyendo las nuevas autoridades culturales, pero seguro que sería interesante poderla ver hacer un Cervantino totalmente a su modo, habida cuenta de la experiencia que tuvo al frente del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Aunque el presupuesto del Festival es superior al del año pasado, eso no ha implicado que vengan demasiadas súper estrellas (de hecho, saldrá caro que no venga una: hay que pagarle como 250 mil pesos a Pina Bausch por cancelarle su participación, debido a que el Fórum Monterrey se echó para atrás en las funciones que le tocaban).
Si hay algo que se nota en el programa del FIC es su deseo de hacerse más popular, en el buen sentido de la palabra. No hace falta más que ver la programación en la Alhóndiga de Granaditas para notar el acento puesto en captar más público juvenil, más gente madura que le gusta la música mexicana y toda esa gente amante de la ópera que no se puede costear un boleto de Bellas Artes.
Como siempre, se alzan las voces críticas señalando la falta de los grandes espectáculos de los primeros años del Cervantino, olvidándose que las circunstancias son muy diferentes, empezando con que ya no está la hermana de un presidente de la República “puchando” para que el festival deslumbre con sus invitados ni que ya no estamos en las épocas de “administrar la abundancia”.
También está el hecho de que México se ha convertido en un escenario redituable para grandes espectáculos traídos ya como negocio y no como programa cultural. Sabiendo que el Bolshoi, la Filarmónica de Berlín, el Ballet de la Scala de Milán y hasta el Cirque du Soleil ya vienen cuando se les ocurre, el FIC ya no tiene la presión por basar su programa en este tipo de cosas.
Las quejas por la falta de estrellas también las ha padecido el Festival Internacional de Arte Contemporáneo. Mucha gente extraña a Diamanda Galás, Philip Glass, Pilobolus y Dead Can Dance cuando ve la “sábana” de programación, pero sí se ha parado en los espectáculos de Kanta Horio, Les Deux Mondes, Ake Parmerud o Nicole Mossoux, se dará cuenta de que los espectáculos memorables no siempre vienen detrás de los grandes nombres.
Antes bien, el FIC ha servido como prueba de que a veces pasa lo contrario, como cuando la Cuadra de Sevilla quiso hacer un espectáculo inspirado en “Carmina Burana”. La idea sonaba muy bien y el prestigio de la compañía española era buena garantía, pero a la hora de la verdad, el espectáculo quedó a deber.
Igual ocurrió cuando vimos el nombre del venerado director canadiense Roger Lepage en el programa y suspirábamos expectantes por un espectáculo revelador, pero en lugar de ello nos llegó su endeble “Casa azul”.
No sé ustedes, pero cuando menos a mí, muchos de los mayores asombros y encantamientos me los han producido en el FIC esa “bola de desconocidos” que llena el programa: Teatro Malandro, Fratres Trio, Vienna Virtuosi, Teatro Mladinsko o Deustches Theater.
Y ahora que hablamos del Deustches Theater, qué sorpresa que Alemania, el país que más cosas dignas de ovación ha traído al Cervantino en los últimos años, ahora sólo esté representado con un conjunto de cámara. Ok, ok, también iba a estar presente con Pina Bausch. Eso lo hubiera desquitado.
Por lo pronto, preparémonos a disfrutar del último Cervantino estilo Osorio. Nos queda mucho tiempo para comprar nuestros boletos y darnos cuenta de que el festival sigue valiendo la pena.
Publicado en AM León el 24 de junio de 2006.
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