¿Son lectores frecuentes de periódicos? Si lo son, saben muy bien que si alguien les llama por teléfono para decir que tienen secuestrado a su hijo y que deben depositar 20 mil pesos en Elektra, en realidad es un don nadie al otro lado del país queriéndolos extorsionar y que el hijo dichoso no está en peligro.
Por eso me extrañó tanto que los diputados, que se supone deben estar entre el grupo de gente más informada de este país, hubieran sido presas del pánico por la serie de intentos de extorsión telefónica que sufrieron esta semana. Está bien que su posición privilegiada los hace vulnerables en un país tan inseguro, pero de ahí que se la tragaran tan fácilmente, se desmayaran y hasta suspendieran sesión, ya fue mucho.
Lo que no sorprende tanto es que, pasado el susto, “ahora sí” se vayan a poner a legislar para poner orden con los teléfonos celulares, que como se sabe, es tan fácil obtenerlos como ir al súper a comprar cereal.
Puede ser un precedente siniestro, pero prueba muy bien que la clase política sólo reacciona cuando sienten en carne propia los camotazos que sufre cualquier hijo de vecino.
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