Mis íntimos están al tanto de un rasgo mío que el resto de la gente puede considerar como sangronería: soy malísimo para recordar caras y/o relacionarlas con el nombre de la persona.
Eso se traduce muuuy frecuentemente en gente que me saluda cordialmente en algún evento, sin que yo pueda recordar quién es (y que me moriría de pena preguntándoselo) o en personas que yo identifico como conocidas, que recuerdo el entorno en que las he visto antes, pero que no sé sus nombres.
No quiero decir lo inconveniente que era este rasgo en el tiempo que daba clases. Sólo hasta el final del semestre podía identificar por su nombre a mis alumnos (sí, quizá no debería revelar esta información, si no quiero que sea usada en mi contra).
Bueno, según un documental que he visto en National Geographic Channel, eso se llama Prosopagnosia, o ceguera de rostros y es una condición presente en apenas el 2.5% de la población.
Claro. Yo estoy exagerando mucho al identificarme con este desorden de la percepción, porque en realidad el que tiene prosopagnosia ve las caras como si fueran retratos de Francis Bacon o de plano no las ve.
En el programa tenían el caso de una correctora de estilo que trabajaba en un periódico y que para saber a quién le había dado algún artículo tenía que andar mirando en los monitores de computadora quién lo tenía abierto y bueno, yo todavía no llego a tanto.
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