No creo exagerar cuando digo cuando la mayoría de las personas de mi generación (entre los 30 y 35 años), todavía crecimos sabiendo lo que era recibir de vez en cuando un reglazo en la escuela o comprobamos que el pararse en medio del patio con sendos ladrillos en las manos no era leyenda urbana.
La corrección política y las modernas teorías pedagógicas han condenado ya suficiente los castigos físicos en las escuelas, con todo que hoy en día la mayor violencia que deben soportar los chiquillos no proviene de sus maestros, sino de sus propios compañeros, porque ¡ah, como se han hecho cada vez más mandados los abusones!
Por ello, me sacó muchísimo de onda que en Michoacán una maestra haya ido a parar a la cárcel por haber amarrado a una niña a su asiento y amordazarla, ya que “se la pasaba platicando en clase”. Y más, me saca de onda que esa noticia coincida con que la Suprema Corte finalmente dice que no se puede proceder contra el Gober Precioso, porque las célebres llamadas que prueban que es un marrano, legalmente no pueden ser tomadas como pruebas. (Y tiene razón, tristemente. Esas llamadas son el argumento más claro, pero también el más ilegal técnicamente hablando, porque son producto de espionaje telefónico, algo que está sancionado).
O sea, ¿cuál es la vara de la justicia? A un gobernador que usa el poder del estado para arrestar a una periodista a petición de un mafioso disfrazado de empresario lo dejamos como si nada y a una maestra de un pueblito, que en una escala más reducida hizo lo mismo (abuso de su posición para “privar de su libertad” a alguien), la mandamos a la cárcel. Es decir, a ¿este país le parece mucho más grave lo de la maestra que lo de Mario Marín?
Yo necesitaría haber estado en el momento que la maestra amarró a la alumna para decir si estoy de acuerdo o no, porque es muy fácil decir desde afuera “Ay, que maldita”, pero cualquiera que haya dado clase sabe lo difícil y tensionante que es lidiar con alumnos revoltosos. En todo caso considerar que eso fue “privación ilegal de la libertad” se me hace un exageración, y más tomando en cuenta la candidez con que esa misma alumna posó para Reforma al día siguiente de la noticia, ironizando con sus compañeros sobre la situación.
No. Yo no apruebo los castigos físicos, pero tampoco considero que la mayoría de las veces sean para tanto. Yo y muchos los alcanzamos a recibir y, aunque el troll de cabecera de este blog piense lo contrario, no me afectaron.
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