Entre el 16 y el 18 estuve en Zacatecas cubriendo la participación leonesa en la Muestra Nacional de Teatro (de la que ya he hablado extensamente).
Fue mi tercera ocasión en esa ciudad, luego de haber ido en la primera mitad de mis 20's como teatrero (cuando militaba en Odissea Teatro y fuimos a una Muestra regional. Por cierto, en ese entonces la ciudad estaba tomada por los de HBO, que filmaban la película "Cisco Kid") y como estudiante (en el famoso viaje de prácticas que organizaba cada año nuestro profesor de fotografía, durante la universidad).
El pesar de ir a Zacatecas es la autopista León-Lagos-Agusacalientes. Es carísima y está en un estado calamitoso. Casi dos tercera partes del costo total del peaje hasta Zacatecas (190 pesos) se van en esa montaña rusa llena de imperfecciones y baches cien veces parchados. En contraste, la autopista zacatecana ¡es de concreto! muy bien conservada y apenas cuesta mugrosos 29 pesos. Si ya los mexicanos pagamos por el rescate carretero, ¿por qué seguimos conservando los precios absurdos que le puso Maxipistas a sus caminos?
Me gustó mucho la ciudad, aunque esta vez sí me percaté que está trazada por sin ningún lado ("es que los españoles nunca pensaron hacer de esto una ciudad, sólo venían a las minas", explicaría luego un guía en los autobuses turísticos que recorren el centro) y su vialidad no es apta para novatos (yo hasta el domingo le agarré la onda al sentido de las calles y a la extraña costumbre de los peatones de allá de cruzarse permanentemente, se los indique o no el semáforo).
Me quedé con ganas de conocer más detalladamente los atractivos de la ciudad y los alrededores, pero ya sé que no es un destino turístico caro y me gustaría regresar pronto. Si acaso las porciones de comida de los restaurantes son muy chicas y alguno podría sacarse de onda al ver que el platillo típico, el asado de boda, tiene una pinta muy modesta.
Lo que me llamó mucho más la atención fue la discreción de la Muestra Nacional. Acostumbrado como estoy a la aparatosidad y ceremonia a veces excesiva de los eventos culturales de mi terruño, me quedé de a seis cuando pude entrar corriendo al Teatro Calderón sin que nadie me dijera nada, sin que nadie me pidiera boleto y sin que las edecanes quisieran controlarme donde podía tomar fotos. Cuando salí de León tenía la inquietud de que no sabía nada del proceso de acreditación, pero estando allá me di cuenta que era absolutamente innecesaria.
Aunque el Calderón es un teatro chiquito, no se llenó en la inauguración y eso que había unas señoritas invitando a la gente a pasar. Total que eso parecía una convención de teatreros y no el mega festival que uno se pudiera imaginar. Ya hasta que regresé a León me di cuenta, por las reseñas periodísticas, que muchos colegas consideraron la Muestra como desorganizada y caótica. No sé, a mí no me tocó. Si pudiera cubrir con esa candidez e inocencia el FIC, sería feliz.
La foto que acompaña este post es una estampa clásico: el Teatro Calderón en la noche inaugural de la Muestra (bueno, se ve así todas las noches, supongo).
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