Hasta el penúltimo día, pude volver a la 50 Muestra Internacional de Cine, que concluyó el pasado jueves. Resulta curioso que días después de hablar del futuro de las salas de cine, me haya aprovisionado con palomitas y refresco a ver un filme realizado hace más de 80 años, cuando el séptimo arte era apenas un treintañero: La quimera de oro, de Charles Chaplin
Es la primera vez que vi a Chaplin en la pantalla grande. Como muchos, mi consumo de sus cortos silentes y películas como El gran dictador o Candilejas, había sido a través del video y la televisión. Vaya experiencia la de verlo como lo debieron de ver sus contemporáneos y qué sorprendente que su comedia física, sencilla y directa, siga manteniendo una influencia tan vigorosa. Un clásico en toda la extensión de la palabra.
Aunque bueno, habría que matizar que los que la vimos en Cinépolis, no fue tal y como la vieron en 1925. Se trató del "Director's Cut" que Chaplin re-editó en 1942, agregándole una nueva banda sonora y la narración en off del propio director, en lugar de las clásicas pancartitas del cine mudo. Me sorprendió la solemnidad de la voz de Chaplin. Ya sabía que él en la vida real era bastante serio, pero de ahí a escucharlo con tono parecido al de Orson Welles, había un trecho.
La copia restaurada estaba impecable. Lo único lamentable es que en la proyección se cortaba un buen pedazo de la parte superior. Lo que hacía que muchas veces viéramos evoluciones de cuerpos sin cabeza. ¿Era eso o cortar lo subtítulos? Quien sabe, ya algún experto en proyección nos sacará de la duda.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
universal y para todas la edades es el arte de este hombre... si no, cómo es que mi hijo de 3 años la disfrutó y sabe de qué trató?
saludos
bye
Publicar un comentario