Con Coraline y la puerta secreta, se escribió en León un nuevo hito en la historia del entretenimiento cinematográfico, pues con esta película se estrenó también la primera sala digital de la ciudad, ubicada en Cinépolis Centro Max.
Una sala digital es casi como cualquiera, sólo que hay un detalle muy drástico: no hay película en rollo. Ha sido sustituida ya sea por un disco optico de alta definición, o bien, por un disco duro de considerable tamaño con el archivo de video de la película, que llega a la pantalla con un proyector en principio similar al de tu última presentación con Power Point, pero con esteroides. Se supone que así veremos las películas en un futuro no tan lejano, ya cuando la definición alcanzada por los soportes digitales esté a la par de la vieja película de 35 mm.
Aprovechando que comprando los boletos a través de Cineticket salen muy baratos (30 pesos, que es menos de la mitad de lo que cuesta normalmente una función en la sala digital), ahí fuimos a ver que onda con el nuevo invento. Días antes habíamos visto Coraline en una sala convencional de Xtreme Cinemas y teníamos fresco el material para la comparativa.
La calidad de imagen es prácticamente indistinguible de una película en rollo. Lo único que noté es que el ratio de imagen es un poco diferente en lo vertical, pues se solían cortar los objetos pegados a las orillas superior o inferior (como cabezas de personajes o un importante letrero en un espejo).
Una de las cualidades de la Sala Digital es que tendrá películas en 3-D, empleando lentes polarizados, similares a los que se utilizan en el Imax de Explora. Quizá haya sido por la película, pero me pareció que el efecto tridimensional es más espectacular y marcado en el Imax (que por cierto ahorita anda con festival), pero supongo es cuestión de gustos y apreciaciones. ¿Qué dirán ahora los Lumiere?
febrero 17, 2009
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