Es increíble lo difícil que ha sido juntar a más de cinco de mis antiguos compañeros bajo el mismo techo, luego de haber compartido cuatro años de nuestras vidas. Cuando uno contesta más de mil veces "Presente" cuando escucha su nombre entre la Macías y la Núñez, nunca se pone a pensar que años después nuestras vidas correrían rumbos tan dispares.
Conozco mucha gente que se abochorna ahora de haber estudiado en la UBAC y yo mismo he sentido como se desvanece mi querencia hacia mi alma mater (especialmente cuando tengo que soportar el interrogatorio de los guardias de seguridad para entrar al estacionamiento cuando debo cubrir un evento ahí), pero sigo teniendo en un lugar muy especial de mi alma esos cuatro años de carrera precisamente por la gente que estuvo ahí conmigo.
Cierto que no convivía profundamente con todos (Sí, reitero que soy una maldita almeja y me cuesta socializar), con algunos no pasaba del saludo, pero era sensacional estar en el salón con tan heterogéneo grupo porque cada día era como estar protagonizando un capítulo de una sitcom... y esa sensación se revivió durante unas horas del sábado, en que desde Irapuato, Celaya, Querétaro, León y Dolores volvimos a coincidir en la casa de esa magnífica anfitriona que es madame Blanche Dubois, perdón, Ileana Morales, quien mantiene viva esa vocación para la organización de tertulias que lucía en nuestros días universitarios.
Ojalá la reunión se repita pronto y alguien consiga ese antológico trabajo final grupal de la materia de televisión titulado La patada de Comizzo. Que vaya que nos moriríamos de risa.
P.D. Lectores profanos, perdón por los chistes privados.
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