El atorón carretero del viernes me ha servido de suficiente lección y este domingo decido salir de León ¡Tres horas! antes de la función. Apenas estuvo bien, porque ahora sí hubo una volcadura unos metros antes de llegar a la vía del tren en Silao. Llego tranquilamente, me parqueó en la Estación de FFCC en Guanajuato, me echó una torta de carnitas, llego a la sala de prensa a pedir mis boletos (todo un lujo, porque con las prisas, siempre ando buscando a la edecán de prensa ya hasta que estoy en el teatro) y con toda la pachorra del planeta llego al Cervantes para ver, ahora sí, “Fausto al Cubo”, la revisión que del mito del hombre que vende su alma al diablo hacen los rusos de Akhe y los mexicanos de Línea de Sombra.
Es un espectáculo netamente visual, muy en la onda del teatro físico, poético y polisémico como diría mi maestro de semiología. A ambos grupos los conocí en el FIAC del 2001, con espectáculos separados, y esta primera colaboración les ha sido con un nivel más que digno y aceptable, con todo y que no es una de esas superproducciones alemanas. Buena puntada que el único texto pronunciado, sea un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz al final del show.
En la noche, tengo que pellizcarme el brazo en el concierto de la Philharmonic Orchestra en el Juárez al ver que ¡Sí, sí es Peter Maxwell Davies quién se sube al estrado de director! Pero si es nada menos que el Elton John de la música de concierto en el Reino Unido, un auténtico figurón.
¿Sugerencias para mi regalo de navidad? Un CD con “Mavis in Las Vegas”, la primera obra despachada por la Philharmonic, obra del propio Davies, quien hace un puntualísimo retrato sonoro del ambiente de la ciudad del pecado, con todo y sus órganos desafinados de iglesia para bodas express, la cursilería del Museo de Liberace, fuentes danzarinas y volcanes artificiales.
No, ya sé que no es la pieza más profunda del mundo y que la densidad intelectual de Penderecki esto o que la vanguardismo de Xenakis, aquello, pero es encanijadamente divertida y creo que finalmente el arte se trata del disfrute. Además la orquesta sonó acojonante. Hubo también un concierto de cello de Elgar, con una exagerada Natalie Clein y la Sinfonía Antártica, también de Davies, pero si por algo le hago un lugarcito en mi corazón a esta velada es por “Mavis in Las Vegas”.
noviembre 16, 2006
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