noviembre 16, 2006

Cervantino. Día 17.

Esto casi se acaba. Es mi última jornada de cobertura doble en el FIC. En el Cervantes, acudo a ver “De insomnio y medianoche”, la producción del Royal Court Theatre con libreto de Joaquín Chías y la actuación de Vanessa Bauche.

Supera todas mis expectativas, es un una puesta en escena muy bien lograda, con un escenario muy original (un estrecho corredor con público a tanto al frente como detrás. Al principio, parece que hay un gigantesco espejo al fondo, pero no, ¡es otra gente!), actuaciones de buen nivel (que bien le sale el inglés a la Bauche) y un guión muy “Sospechosos comúnes” que deja anzuelos tendidos más que cabos sueltos.

Mi crisis existencial llegaría al siguiente evento, el concierto de la OSUG en el Templo de la Compañía, con un programa 100% Beethoven. Fue magnífico el “Concierto para piano 3”, con el virtuoso Mark Zeltser como solista de lujo.

Pero en el cierre con la “Quinta Sinfonía” me puso en una situación emocional contradictoria. Musicalmente estuvo bien lograda, pero por dentro no me estaba pasando absolutamente nada. Llegué a tener la sospecha de que aquí se había acabado todo, de que mis días de emocionarme con un espectáculo se habían terminado. De que mi trabajo como periodista cultural estaría a partir de ese momento marcado por la rutina y la distancia de lo relatado.

A eso agréguenle lo desterrado que me sentí en la ronda de muy entusiastas aplausos finales. La OSUG, que había cambiado de director en enero del año pasado, parecía tener un público completamente distinto y un rumbo con el que no me identificaba. No espero que sean muchos los que compartan mi opinión, pero me gustaba cien veces más la OSUG que dejó a todos azorados en la inauguración del FIC 2002 con su programa dedicado a Messiaen que esta aplaudida a rabiar por la “Quinta Sinfonía” de Beethoven.

Algo había escrito en aquel entonces: En el mundo existen dos clases de orquestas: las que hacen lo mismo que han hecho todas y las que hacen lo que no han hecho otras. La Sinfónica de la Universidad de Guanajuato se metió a otra categoría: las que hacen lo que no hará ninguna más.

La orquesta sobre la que escribí eso ya no existe.

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