noviembre 16, 2006

Cervantino. Día 5.

Los que me conocen saben que soy admirador del trabajo de José Luis Castillo, el hombre que convirtió en decente a una orquesta que años muy atrás desafinaba en el “Huapango” de Moncayo.

Me dejó un sabor amargo la manera en que Castillo se separó, en medio de grillas de nivel más que arrabalero, de la OSUG en enero del año pasado. Todavía no se me olvida la perla recitada por el rector de la UG desoyendo a todos los que estaban a favor de la permanencia de Castillo: “El director de la OSUG no es un puesto de elección popular” (¡On your face, melómanos!)

Bueno. Pues don José Luis ha regresado este domingo para dirigir la Camerata de las Américas y un programa con obras de jóvenes compositores, fruto de un programa coordinado por el mismo Castillo. La ovación más grande la noche (y por partida doble) para él y daba gusto que en el público estaban todos esos renegados que dejaron de ir a conciertos de la OSUG en cuanto él se separó y algunos atrilistas que Castillo dirigió en su estadía en Guanajuato. Fue casi como el regreso del hijo pródigo. Ojalá que la ocasión se repita pronto.

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