Con este nombre he bautizado esa característica muy mexicana de sentirnos ganadores antes de tiempo, de ensalzar excesivamente las victorias parciales y de sentirnos triunfadores absolutos áun antes de la prueba final.
El vocablo, evidentemente, deriva de la célebre Batalla de Puebla, del 5 de mayo de 1862, en que “las armas nacionales se cubrieron de gloria” al derrotar al ejército invasor de Napoleón III. Claro, casi todo mundo sabe esa efeméride, pero se nos olvida que justo un año después, el 19 de mayo de 1863, los franceses “reloaded” finalmente tomaron Puebla, hicieron huir a Juárez al norte del país y días después tomaron la capital. El resto, Napoleón y Carlota, incluidos, es historia.
¿Qué a que viene a cuento? Pues ya un poco a destiempo por el fiasco (again, again, again) del equipo de fútbol León de la Primera División A. Sólo porque los dirigidos por Sergio Bueno pasaron de chiripa a la final, medio mundo sentía al León de regreso a la Primera. Muchas porras, muchos buenos deseos. Hasta parecía que más bien se estaba disputando la Champions League. León sale del Nou Camp ganando el primer partido y ya se creía que todo estaba hecho. El Estadio Banorte de Culiacán sería el Waterloo y la cruda vuelta a la realidad.
En León sobredimensionamos al fútbol. Hacemos excesivamente nuestra la causa de una oncena de jugadores mercenarios que la más de las veces son tan malos que por eso están en Primera A o son tan buenos, que lo que están esperando es una llamada de un equipo de a deveras y largarse de aquí. Conceptos tan románticos como “amor a la camiseta” o “respeto a la gloriosa historia de los verdes”, son cosas que ya no van con el fútbol de hoy en día.
Para casi todos los jugadores es un simple trabajo, es chamba y nada más. ¿Cuántos jugadores del León son de León y pudieran lejanamente sentir esos “ideales”? No nos engañemos, el fútbol es un negocio, simple y sencillamente. No podemos estarle endilgando la identidad de una ciudad a una empresa comercial que hoy está aquí, tal vez tenga dividendos, pero que una vez que se haga incosteable, se terminará.
Si el León pierde o gana, es cosa suya. Para eso les pagan, para eso lo mantienen sus dueños. La ciudad puede seguir su vida con ese escuadrón de mediocridades o sin él. Ya basta de cincos de mayos.
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