Seré sincero. Yo asumí este encargo como una cobertura de rutina. No pensé que fuera a pasar nada extraordinario y que sería simplemente una función cumplidora. Pero nuevamente mis expectativas se vieron rebasadas.
Por accidente fue resultando que el ballet guanajuatense se presentó en la Alhóndiga más veces que la mismísima compañía de Amalia Hernández (tuvieron que cubrir el hueco que dejó la cancelación de Mademoiselle K), pero no lucieron como mero relleno, de verdad me causó la impresión de un conjunto muy esmerado, bien dirigido, magníficamente producido (si el dinero de vestuario y enseres lo puso la UG, creo que estuvo muy bien invertido y si no, pues debería haberlo puesto) y que hizo el gasto.
Creo que un show de dos horas y media cae en el engolosinamiento, pero al público lo vi muy prendido y entregado (claro, la pura familia de los bailarines hubiera bastado para llenar un tercio de las escalinatas, según mis cálculos). No parece que sea gratuito que el conjunto lleve ya con este siete invitaciones al FIC.
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