Cuando comenzó la temporada de Fórmula 1 mostré mi entusiasmo porque finalmente este serial automovilístico volvía a ser interesante, con un equipo McLaren fulgurante, un novato sorprendente (Lewis Hamilton) y una escudería Ferrari que ya no era la aburrida aplanadora de antaño.
Pero nadie presagiaba que la temporada iba a estar de infarto y digna de película. No sólo nos ha deparado una resurrección del duelo Prost-Senna en la persona de Fernando Alonso y Lewis Hamilton, los dos pilotos de McLaren, sino que la ensalada ha estado aderezada además con casos de espionaje, sanciones bochornosas, berrinches y frases lapidarias. De todo nos ha pasado en este año de Fórmula 1, menos aburrirnos.
La competencia ya está por terminar. Sólo quedan dos carreras (China y Brasil) y a menos de que ocurra una catástrofe, Lewis Hamilton será el nuevo campeón del mundo, convirtiéndose en el más joven, el primero de raza negra y además el primero que lo logra en su año de debut. Le comió vilmente el mandado a Fernando Alonso, que de repente se dio cuenta que en McLaren el consentido era precisamente Hamilton, a quien el dueño del equipo ve como un hijo (firmó un acuerdo de formación cuando apenas tenía 12 años y era una figura de los karts)
Hamilton me simpatizó al inicio, pero Alonso era mi gallo finalmente. Me encantaría que el piloto asturiano conservara el número 1 en su auto, pero la misión se antoja casi imposible. Para ser campeón del mundo, Alonso tendría que ganar las dos últimas carreras y que además, Hamilton no pase del 6° lugar en ninguna.
Lo primero no es descabellado, pero lo segundo sí, dado que el británico es la prueba viviente de la regularidad en el Campeonato: tuvo que pasar más de media temporada para que lo bajaran del podium y: ojo, eso de no terminar carreras es algo que todavía no experimenta.
De todos modos, Alonso es grande y lo demuestra dentro de la pista y con su declaraciones fuera de ella, como cuando deseó que en Monza ganara un Ferrari en caso de que él no lo hiciera (¡Tómala Lewis!) o que estar abajo en el campeonato no era lo peor de su carrera, sino cuando era un chaval y si no ganaba carreras tenía que dejar el automovilismo y regresarse a la escuela.
Hamilton le ha quitado un campeonato a Alonso, pero éste le quitó dos a Schumacher, que ya es mucho decir. Ya se repondrá, aunque coincido en que lo mejor sería que estuviera en un equipo distinto a Hamilton, para que ahora sí se vea de qué lado masca la iguana.
Para estar al tanto de todo este drama, mi sitio favorito es el blog Racingpasión.
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