Mi último encargo de los "pesados" del FIC es la compañía de Deborah Colker, que cerró la programación el Auditorio del Estado el sábado. Yo acudí a la función del jueves 18 y parece que nuevamente, mi gusto nadó a contracorriente respecto al del público.
La primera parte del espectáculo fusionó elementos del ballet con circunstancias cotidianas (incluyendo un grito de mamá llamando a los vástagos a comer). Fue la parte que más me gustó: movimientos muy bien delineados, harto despliegue físico y una concepción coreográfica que en realidad estaba diluyendo las fronteras entre lo viejo y lo nuevo. Aplausos correctos y amables del público, pero hasta ahí.
La segunda parte, que aunque se supone es la misma obra está desconectada de la primera, me gustó sólo en el momento de "Gravedad", que evoca la sensación de ingravidez que experimentan los astronautas. Lo siguiente, "Wheel", de plano lo sentí una apropiación de recursos del Cirque du Soleil que, aunque no mala formalmente, me dejó con la sensación de que esa película ya la había visto, aunque los brincos que pegaban los bailarines desde mitad de rueda al suelo eran pavorosos (si dicen que eran casi tres metros de altura, les creo).
Eso volvió al público loco. Fuera de ese capítulo final, la compañía brasileña lució fresca, vigorosa y dueña de una propuesta muy amena y atractiva.
Foto: Cortesía FIC
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