Aunque este sábado 13 tenía agendados tres eventos, unas complicaciones con un obituario y El Cubo de la semana me hicieron abortar la asistencia al concierto de Horacio Franco en La Valenciana, así que fui apareciendo en Guanajuato hasta la hora del recital de Mikhail Tolpygo y Manuel González en el Templo de Mellado, donde interpretaron las tres sonatas para piano y violín de Brahms. Un concierto muy bien servido y que me hizo apreciar un poquito más a Brahms. Confieso que no estoy muy al tanto de su música, pues soy de temperamento más wagneriano, me gustan las altisonancias, el estrépito y la sorpresa y el buen Brahms es romántico, pero tan elegante y relativamente sosegado, que me parece que ando escuchando Radio Universidad de Guanajuato a la hora de la comida.
Pero con Concha Buika en la Alhóndiga fue otro cantar. Qué bárbara vieja, que voz de escándalo y que carisma y sencillez. Es como para que todos los caguengues que quieren entrar a La Academia o Timbiriche la Nueva Banda se mueran de la verguenza y se dediquen mejor a la venta de oleaginosas. Rara avis esta mujer de raíces negras, pero criada en el Barrio Gitano de Palma de Mallorca. Nunca imaginé que la misma garganta que despachaba quejíos de flamenco fuera tan buena haciendo el scat (ese juego vocal sin sentido típico del jazz, bibibiri bop bop ya ya yaaa).
Obvio que toda la Alhóndiga se puso a sus pies y con toda razón, pues fue todo un agasajo, con todo y que nomás fueron 10 temas (incluyendo los encores), pero muy largos e intensos. Por cosas así es que uno deja de considerar trabajo esto.
Foto: Cortesía FIC.
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