Dulcinea Langfelder es una consentida de León. Fue una de las figuras de las primeras ediciones del Festival Internacional de Arte Contemporánea hace más de una década y ahora regresó como parte del FIC con "Victoria", una pieza tierna y ácida a la vez sobre la vejez.
Si Ginger Rogers, la clásica pareja de Fred Astaire en las películas, hubiera terminado en un asilo, supongo que hubiera sido como Victoria: una señora con Alzheimer cuya demencia la libera de la soledad y encierro que padece: platicando con las cortinas, llamando a su gato muerto y desesperando a su enfermero con sus tiernas ocurrencias. Un montaje muy emotivo despachado desde Canadá y que nos recuerda que la vida hay que disfrutarla mientras la tengamos... y hasta cuando las cosas ya no sean como antes.
Me tocó llegar tarde a la función y, por tanto, como es usual, esperar hasta que hubiera una pausa para entrar. Deveras que estamos muy malacostumbrados como público. Junto a mí esperaban unas señoras que se la pasaron atosigando a la edecán de la entrada de que las dejaran pasar, que no era justo que no les dejarán ver el espectáculo "nomás llegamos tarde 10 minutos" y cosas así.
Si supieran que en otros lares se cierran las puertas y no entra nadie (ni en el intermedio) desde 5 o 10 minutos antes de la función. Aunque claro, en otros lares, hay circuito cerrado para por mientras contentarse con ver el espectáculo en una pantalla. Mejor hay que llegar temprano.
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